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A estar a un recientísimo comunicado de la Comisión Administradora del Río Uruguay (Caru), el río Uruguay a la altura de Colón es un paraíso de los coliformes. Un nombre abstruso para hacer referencia a una bacteria de las malas, porque hay también de las buenas, que se hospedan en nuestros intestinos y de otros animales de sangre caliente, y que acompañan el tránsito de las heces humanas -por decirlo de una manera paqueta- y de las otras en su paso por ríos y arroyos. Por tal motivo, se puede deducir que nuestros pocos simpáticos acompañantes que se encuentran en el ambiente son de origen fecal.

Como se trata de buscarle el lado bueno a todo lo malo, existen quienes lo encuentran en el hecho que tradicionalmente se los ha considerado como indicadores de contaminación fecal en el control de calidad del agua destinada al consumo humano. Y que, como contrapartida, su ausencia en el agua de ríos y arroyos significa que dicha agua es bacteriológicamente segura, así como que cuantas más coliformes se encuentran en ella, la cosa se pone.

Es por eso que mucha gente en Colón se pregunta cómo se llegó a esta situación en la que los dos arroyos que la abrazan se han transformado en dos originales "coliformeductos" y el bañarse en las aguas del río en las playas de la ciudad en una riesgosa aventura. Valdrá la pena tener bañeros y poner boyas, cuando el peligro mayor no reside en los bañistas sino en esos microscópicos bichitos que llegan a nuestras playas sorteando obstáculos y silbidos, en una unión simbiótica de las heces diluidas de tanto colonense, como una muestra de la incuria de nuestras autoridades y la resignada complicidad de la población.

Lo que de cualquier manera no queda demasiado claro es que si la Caru, como se dice, es la encargada de administrar el río al menos en este aspecto, ¿para qué sirve? Porque como sabemos los médicos no se limitan a diagnosticar, sino que buscan sobre todo curar. Y la Caru ¿cura nuestro río?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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