Es frecuente que se asumamos conductas de censura hacia aquellos que solemos catalogar como malhablados al ser utilizadas las que denominaremos mal sonantes. ¿Por qué? Porque consideramos, desde nuestra humilde opinión, que lo que de ellas molesta es el significante, es decir, la recepción de ellas a través de la vista y del oído, la representación sonora que hacemos de ellas.
Si nos ponemos a pensar, hoy por hoy, el humor que se cree gracioso, está plagado de ellas, es más, hay humoristas que abusan de su uso con una impunidad lingüística exagerada para muchos, grosera para otros. Muchos suelen reírse cuando las escuchan, pero sin embargo, los mismos que las festejan, las censuran si las perciben de un niño o adolescente. ¿De dónde pudieron haberlas obtenido estos últimos? ¿Llegaron solos a ellas? No. Han sido testigos silenciosos como los adultos de su frecuente uso.
Una misma palabra puede tener diferentes significados dependiendo de quién la esté utilizando en el contexto en el que la emplee. Esta es una característica que tiene el signo lingüístico, la capacidad de ser ambiguo. ¿Qué significa esto? Que dependiendo del contexto social y del momento en que se la utilice podrá tener diferente significado. ¿Quién se lo da? El propio usuario.
Somos nosotros los que hacemos un juego con ellas. Somos nosotros los que decimos: ¿Qué dije de malo? Ante la sorpresa de quienes puedan estar rodeándonos en ese momento. Y quizá para el emisor sea muy lícito creer que no ha dicho nada malo. ¿O acaso tenemos la posibilidad de saber su verdadera intención de comunicación?
La interpretación puede ser tramposa, pues en ella no solo estará presente lo que creamos de esa palabra, sino nuestra historia, personalidad, sensibilidad también se harán presentes. Así como podemos llegar a tener ladrones de guantes blancos también tendremos a oradores y escritores de palabras blancas.
Prof. Mario Ricci
D.N.I. 94.338.138
marioricci65@yahoo.com.ar
