Me estoy refiriendo a una mujer a la que aniñaban comparándola con Heidi. Y que gastó las suelas de muchos mocasines en sus corridas, timbreando por las calles de localidades diversas de la provincia de Buenos Aires.
Creo que desde el vamos, se han percatado que me refiero a María Eugenia Vidal. A quien la prestigiosa revista norteamericana Foreing Policy -nombre que puede ser traducido como Negocios Extranjeros- ubicó entre los cincuenta "pensadores globales" del año. Una calificación que no le encaja bien a María Eugenia quien, como lo traducen las agencias noticiosas, debiera ser incluida entre "hacedores globales" por ser de aquéllas personas que encuentran formas originales, no solo de repensar nuestro extraño nuevo mundo, sino también de reformarlo. En su caso por "reescribir el libro de la política argentina".
En suma, mucha polenta bienhechoramente aplicada. Y que no necesitó de la existencia de una ley de igualdad de géneros en materia de sufragios para ocupar cargos públicos electivos, para comprender la posibilidad de efectuar esa reescritura.