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Hace tiempo no pasaba por Plaza San Martín y quedé sorprendida.

Los canteros son solo una mezcla de plantas sin criterio alguno. Azaleas desprolijas, rosas, podadas o no, descuidadamente. Malvones que se “estiran” buscando el sol, arbustos ralos con formas “raras”. Petunias que quieren tomar protagonismo pero el encuadre no lo permite.

Ni hablar de los bancos con maderas rotas y la fuente sin agua y pintada de celeste intenso que rodea el monumento a San Martín, quitándole todo protagonismo.

Partiendo de algo tan simple como plantaciones verdes intercalando gramíneas nativas (hoy tan de moda) mechadas con plantas anuales, se puede lograr un conjunto sutil de texturas y colores que inclusive atraiga mariposas.

¿Por qué no árboles autóctonos (o no) que nos permitan disfrutar de sus formas y sus colores en las diferentes épocas del año? Al fin y al cabo las hojas caídas no van a hacer perder belleza al paisaje otoñal…

Y en esta época, cuando se apunta a lo natural y nativo que demanda un mínimo mantenimiento, buscando el disfrute de las plazas, la nuestra parece escapar a la regla.

Una pregunta para todos los candidatos a intendente. ¿No se debería volver al vivero municipal?

Sus plantas se utilizarían para embellecer no solo las plazas sino también avenidas y paseos. Se podrían dictar cursos y mucha gente que no tiene una labor específica, de esa manera sentirse útil y aprender un oficio, jardinería (no ser simples cortapasto).

Hoy los verdaderos jardineros, son una especie en extinción. Son muchas las personas a quienes les gustan las plantas, ¿por qué no darles la oportunidad?

Sofía Maxit
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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