De cualquier manera, lo que no tiene desperdicio es la referencia a la "dedicación horaria" y su "exigencia". Un novísimo planteo, expresado como está poniendo de manifiesto una aparente y hueca sapiencia, y que vuelve indispensable poner todas esas palabras y revolverlas como dados en un cubilete, para aclarar lo que se intenta decir de esa manera.
Queda claro, aunque muchos no lo entiendan así, que todo trabajo "exige dedicación". De donde mencionar la "exigencia horaria" hace nacer la sospecha de que se hace referencia al "hacer sebo" en el trabajo, ya que lo único que se impone es el cumplir un horario. Es de imaginar la paz que invadirá de ahora en adelante la conciencia de tanto empleado público con el cargo de conciencia de estar en el lugar donde está destinado viendo pasar las horas muertas, al saber que no es así, sino que está cumpliendo estricta y acabadamente una "exigencia horaria" (¡¡!!).
Pero el tema da para más. Es que el renunciante en realidad no hablaba de "exigencia", sino que quería referirse a una "sobre-exigencia" no horaria sino laboral. Ya que suponemos que cuando estaba en su escritorio o salía en misiones varias, trabajaba y no paraba de trabajar. De donde a lo que se refería de esa manera es que efectuaba un trabajo con un número indeterminado de "horas extras", o como lo dicen los ingleses un trabajo "full time" y poco más.
De donde lo que queda en claro es que la función pública es un "trabajo de tiempo completo" y que no sabe de "sobre exigencia horaria".