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Con un anuncio rimbombante que intenta disfrazar la triste realidad del puerto de Concepción del Uruguay, esta semana el Gobernador Urribarri y una larga lista de funcionarios se presentaron en sociedad para confirmar lo que todos ya sabíamos: que se encuentran disponibles los fondos para el inicio del postergado dragado del río Uruguay.

Los sospechosos de siempre
La imagen que ilustra esta nota no podía ser más atinada: tiene, abrazados y sonrientes, a prácticamente todos los responsables de la década perdida para el Puerto de Concepción del Uruguay y las economías de la región.

El ahora diputado y aspirante a ser reelegido Marcelo Bisogni, el actual candidato a la gobernación por el oficialismo Gustavo Bordet, el mismísimo Gobernador Sergio Urribarri y el ministro y candidato oficial a la Intendencia José Lauritto son, ni más ni menos, que los máximos responsables del atraso en la concreción de la obra del dragado del río Uruguay.

A un costado de la lista de sospechosos queda el Intendente y presidente de la Hidrovía del río Uruguay, Carlos Schepens, que desde que se subió a la política, no hace más que patalear para que el dragado se concrete de una buena vez.

La foto de los responsables
El grupo de funcionarios que se retrataron para la posteridad no tuvo en cuenta que, en cambio, la foto perpetúa el más alto grado de incapacidad para gestionar una obra tan necesaria para la economía de la región. Por torpeza, omisión y fundamentalmente por falta de voluntad política, el dragado del río no se ha concretado todavía.

Para aquellos que desconocen las implicancias de una inversión de esta naturaleza, el incremento del calado del río permitiría duplicar las cargas de los buques (de 13 a 27 mil toneladas), multiplicar por decenas la llegada de los ultramarinos (de 5 a 100 por año) y poner en movimiento una rueda sumamente favorable para el sector exportador y los productos de la región que podrían haber aprovechado estos años de bonanza económica, que hoy vemos cómo se van extinguiendo.

La foto, que pretende festejar el anuncio, no hace más que traer a la memoria colectiva el elevado grado de torpeza estratégica de un Gobierno provincial que, en aras de la celebrada obsecuencia a la Presidenta de la Nación, no fue capaz de acelerar una obra que estuvo frenada por el lobbie de otras terminales portuarias. Y con eso, poner de manifiesto que Sergio Urribarri (lejos de ser un conductor capaz) es apenas propietario de una miopía enorme, que sólo parece hacer foco en los negocios para los amigos mientras se le escapa delante de las narices las reales inversiones que hubieran hecho grande a Entre Ríos, como le gusta proclamar en sus spots de campaña.

¿Compromiso asumido?
Esta vez, los organismos diplomáticos han comprometido el aporte de $300 millones de Argentina y la misma cifra por Uruguay para concretar finalmente el dragado del río a 25 pies de profundidad. La obra se va a desarrollar en dos etapas, para alcanzar los 21 pies antes de fin de año y los 25 definitivos durante la segunda etapa que insumirá, con suerte, todo el año 2016. Los fondos están asignados, los estudios previos fueron aprobados, y el personal y las dragas están listas para zarpar.

Después de una década de frustración, esta vez está todo dado para que Concepción del Uruguay comience a revivir aquellos años de esplendor de la actividad portuaria, que dieron empuje y crecimiento a la región. Detrás del dragado se asoman, inquietos, jornaleros esperanzados en recuperar sus buenas pagas para sanear precarias situaciones de vida; empresas prestadoras de servicios que podrían retornar a la región; el enorme movimiento del transporte que se genera con cada buque; puestos de trabajo para los egresados de la vieja Escuela de Aprendices y la Marina Mercante; y las fábricas (con los puestos de trabajo que implican) que abandonaron la ciudad ante la pérdida del posicionamiento estratégico que implicaba la actividad portuaria.

Tal vez, todas esas realidades que la estrechez de pensamiento de la dirigencia entrerriana dejaron pasar todos estos años, vuelva a ser parte del movimiento diario de una ciudad sumergida, sometida a su mínima expresión por quienes hoy se muestran como los hacedores del ansiado dragado del río.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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