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No se puede decir que el ministro Prat Gay no se haya "ido de boca" cuando en una conferencia de prensa y en referencia a la superabundancia de personal que fue acumulando el cristinismo a lo largo de los años y que se descontroló ante la posibilidad de una temida retirada, señaló que "los ñoquis son parte de la herencia. Encontramos un Estado lleno de militantes. Queremos que al Estado no le sobre la grasa de los militantes".

De esa manera, y de una manera que pensamos no fue deliberada, el funcionario hizo un aporte al vocabulario político, con el que más que la ironía y el decir peyorativo, tiene el sarcasmo que da munición gratis para avivar nuestras divisiones. Es que la alusión a la "grasa militante", una expresión que cabe el temor legítimo que lamentablemente haya llegado para quedarse, nos retrotrae a tiempos en que se escuchara al diputado opositor Ernesto Sanmartino en un discurso pronunciado en una sesión de la Cámara a la que pertenecía, el 7 de agosto de 1.947, textualmente dijo que "el aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta".

El aluvión zoológico. Las palabras habían sido pronunciadas. Y la antinomia que durante tanto tiempo separó en el pasado al peronismo del antiperonismo, y de la que sesenta años después quedan todavía residuos, se alimentó y se avivó de expresiones como ésta. Pronunciadas en un espiral que alimentaba el desencuentro desde una y otra vereda. Es por eso que sus palabras posteriores más que un intento de explicación, pudieron ser consideradas un propósito fallido de tratar de disimular lo indisimulable. Fue cuando dijo que con su expresión no se refería a los simpatizantes peronistas, sino a "los núcleos de activistas, organizados o inorgánicos, que no representaban al auténtico pueblo de la Nación, y que en la búsqueda de la Justicia social no titubearon en denigrar la libertad".

Es que dichos como los señalados se inscriben en un cuadro en el que según un sociólogo argentino "muestra hasta qué extremos el prejuicio impregna nuestras racionalizaciones, a las que cargó de una dosis subliminal de rechazo y de desprecio". Aunque es necesario advertir, sin que ello sirva para atenuar lo desafortunado de la expresión de Prat Gay, que al menos en la misma no aparece la connotación racista que se hace presente en las palabras utilizadas por Sanmartino.

Es que el ministro, de una manera tácita hizo, sin mencionarla, referencia a la expresión "cabecita negra", un término que según los estudiosos del tema "tuvo su origen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la década de 1.940, cuando se inició una gran migración interna, principalmente desde zonas rurales de las provincias del norte, hacia la ciudad de Buenos Aires y otros grandes centros urbanos, con el fin de trabajar como obreros en las nuevas fábricas que se creaban como resultado de un amplio proceso de industrialización y que fuera utilizado para denominar a esos migrantes con un sentido fuertemente peyorativo".

Una calificación que no tiene un origen preciso y menos un "creador" personalizado, ni una fecha de nacimiento, ya que lo único que se supone es que "la expresión fue tomada de la denominación popular de varias subespecies de un ave característica de América del Sur, la "Carduelismagellanica". Aunque en realidad el término, según los mismos estudiosos, está "asociado a las características físicas de muchos de los migrantes internos de la Argentina, y en particular de las características del cabello, generalmente muy oscuro, provenientes en muchos casos de las provincias del norte, donde existe una mayor proporción de habitantes descendientes de indígenas a la vez que una menor proporción de inmigración europea".

De cualquier manera, se trata de un calificativo peyorativo, en lo que quizás lo más grave lo constituya el ingrediente subyacente de racismo que contiene, ya que es notorio que en el caso de prosperar, a quienes se tenía -o se tiene, ya que todavía existen lamentablemente quienes se siguen ocupando de ellos- utilizan para hacerlo otros apelativos como talesque, si no alcanza a verlos rubios y de ojos azules como se fantasea, pasa al olvido incluirlo entre los mismos. Y que como contraposición, tal como sucede en los lugares más segregacionistas de los Estados Unidos, son los blancos pobres -aquí se diría los "gringos" sin recursos- a quienes lo único que les queda para no sentirse nadie, es el color de su piel.

Todo lo que viene a señalar que "cerrar grietas" en los momentos que vivimos, es una trabajoso ejercicio que obliga a ser medido y respetuoso en las palabras empleadas para calificar y dirigirse a quienes no piensan de la misma manera. Una manera de comportarse que lejos está de una autocensura, ya que se pueden decir verdades sin que las mismas tengan que venir acompañadas con agravios e insultos hacia el otro.

Fue el humorista Landrú, el que al acuñar de una humorada, abrió las puertas a la popularidad de la expresión "gente como uno". Con lo que no se hacía otra cosa que pretender expresar en forma graciosa, lo que era la manifestación de una oprobiosa realidad. Ya que de esa manera se decía que existen "otros" que no solo son diferentes, sino que se encuentran en un escalón inferior. Sin advertir que basta dar un pequeño paso, para terminar considerando que esos "otros" no son "gente", reduciéndolos así a la condición de "no persona".

De allí que lo que se hace necesario rescatar de nuestro pasado provinciano y volverlo realidad -en la medida en que se traduce en la actitud y el comportamiento, o sea el trato que debemos dar y exigir de los demás- aquello de que "naide es más que naide"(dicho al cual se nos ocurre agregar un añadido superfluo a la referencia a que "menos tampoco" con lo que se pretende que lo correcto sería decir que "nadie es más que nadie, pero menos tampoco".

Poco y nada vale el precepto constitucional referido a la igualdad ante la ley, si dejamos de advertir que siendo tan diferentes unos de otros, de cualquier manera viene a igualarnos, la dignidad que conlleva el hecho de que todos seamos personas y que es un escándalo de lesa humanidad el negarlo de cualquier forma.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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