Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Los desvíos del hombre como "rey" de la creación.
Los desvíos del hombre como "rey" de la creación.
Los desvíos del hombre como "rey" de la creación.
¿Qué nos pasa? O ¿qué es esto?


Nadie puede negar que vivimos no solo en medio de una realidad que no solo es compleja y problemática sino que está cargada de una angustiante incertidumbre acerca de lo que vendrá. Una situación que tiene un alcance universal, independientemente del hecho de que nosotros seamos portadores de nuestras propias penas y angustias, las que muestran la condición sobreañadida que resultan inexplicables, si omitimos hacer referencia a la gran parte de culpa que puede achacarse a nosotros mismos.

Pero de cualquier manera ha quedado atrás una época en la que según he escuchado repetir a mi bisabuelo "a principios del siglo XX todo el mundo era feliz", pero después se produjo la guerra del catorce, y todo se pudrió. Y la felicidad a que habría hecho referencia mi lejano antecesor no tenía nada que ver con una vieja historia que se contaba en esa época y que hacía referencia al hecho que el único hombre feliz era el que no tenía camisa.

Una expresión estrechamente vinculada a aquellos que, según las bienaventuranzas evangélicas, tienen alma de pobre, es decir que dan muestra de un desasimiento de sus bienes, aunque cuenten con ellos, en la medida que no los ven como lo principal.

Es que lo que estaba en cuestión no era la pretendida felicidad de los sin camisa (los descamisados son otra cosa) sino que lo que era convicción, aun en los que sufrían privaciones, era la fe en el Progreso, así con mayúscula, como se escribe Dios; una línea de progreso creciente, irreversible y capaz de superar de todos los obstáculos, que era el camino que la humanidad iba a transitar de una manera ineluctable, viviendo una vida en que cada día superaba al anterior, y como mentís de la pesimista advertencia de que todo tiempo pasado fue mejor.

De honduras metafísicas en las que preferiría no meterme


Es que frente a las posturas indicadas, está la cuestión siempre presente y a la vez siempre irresuelta cual es la que cuestiona si Dios es todo bondadoso, por qué Él causó o permitió el sufrimiento. Si Él es todopoderoso, no puede estar bajo ninguna necesidad de crearlo o permitirlo. Por otro lado, si Él está bajo alguna necesidad semejante, no puede ser todopoderoso. Además, si Dios es absolutamente bueno, y también omnipotente, ¿cómo puede permitir la existencia del mal moral? Cuestión en la cual no estoy en condiciones de zambullirme, dado que el problema del mal metafísico, es algo que me excede, y posiblemente a todos nos exceda, aun a aquéllos que procuran planteárselo con seriedad.

Pero de cualquier manera, se me ocurre que es posible aludir a dos cuestiones en apariencia, y solo en apariencia, más ligeras, una de las cuales tiene que ver con que si los judíos creían que Dios (el Yahvé bíblico), coexistía o no con una diosa madre. Y la otra, si en realidad los hombres somos -como también la Biblia lo señala- los reyes de la Creación.

¿Pudo ser Yahvé el único Dios de Israel, o por el contrario los sacerdotes editores de la Biblia eliminaron del texto sagrado a la diosa madre?

¿Alguna ver se creyó que Dios estaba casado con una diosa, o que ésta era la esposa de Él?


Antes de adentrarme en la respuesta a ese interrogante se debe hacer una aclaración, la Biblia judeo-cristiana, más allá de que se la tenga como la Verdad Revelada, es para todos los que viven en una gran parte del mundo, (creyentes, agnósticos y aun ateos) el sustrato cercano o lejano de su cosmovisión existencial.

De allí que lo que suena desde una perspectiva estrictamente religiosa, como una enorme y sacrílega herejía, no se puede echar totalmente en saco roto. Es que especialistas en estudios bíblicos y arqueológicos coinciden en afirmar que hubo un tiempo en que eran muchos los que junto a Yavhé rendían culto a una diosa de nombre Asherah, quien era la esposa de Él.

Se hace entonces presente la cuestión de si Asherah era la esposa de Yavhé, ¿por qué tanto empeño en borrarla del culto hebreo, cosa que habría ocurrido en forma definitiva en los tiempos del rey Salomón? Y así se explica por un lado, afirmando que los sacerdotes ortodoxos de la época no podían soportar ver como las mujeres desarrollaban un culto aislado a Asherah, que podría perjudicar al Yavhismo, como también por otro que los redactores de la Biblia no discriminaron a la mujer, sino que discriminaron cualquier influencia pagana.

¿El hombre Rey de la Creación?


Junto a la pregunta de si Dios tenía a su lado una diosa, se hace presente otra que está referida a si el hombre es (o no) el Rey de la Creación. O sea la problematización de que si al margen de la imagen de quien, ha sido hecho, y del señorío o dominio que le fue dado sobre los otros seres y sobre la tierra, es realmente tal, o si de una manera más modesta cabría considerarlo como el destino de la creación, tal como lo enseñan las creencias de nuestros mayores (que son las mías), y que se aparte de una, la que afirma que lo que existe es un universo increado.

Pero, ¿dónde reside el interés de efectuar ambos planteos? Es que el primero deja de lado el presupuesto obvio en la teología, en el sentido de que no puede atribuirse a Dios un sexo, de donde considerarlo Padre es tan solo una forma de llamarlo; como también lo hubiera sido apelar a Él como Madre. Aunque el atribuirle un sexo a la Divinidad, y por sobretodo hacerlo varón, según las interpretaciones de algún bibliólogo, no dejaría de tener serias implicancias. Ya que ello habría llevado a que en la sociedad humana no se le asignara toda la importancia que merecen a actitudes, sentimientos y valores que asociamos hasta la identificación, cuando no más allá aun a la idealización, de la figura materna. Algo que habría hecho del mundo un lugar más amigable y bondadoso.

Por otra parte, el señorío que se le asigna al hombre sobre la creación, lo puede seguir inclinando a una soberbia, que lleva imbricado en el mismo la pretensión de ser como Dios. Lo que lo hace no solo olvidar su finitud, sino también su pequeñez medida en contraste con la inconmensurabilidad de los espacios infinitos que, por añadidura, nos hemos percibido ahora que no están precisamente vacíos.

Y esa pretensión de señorío no solo se hace presente en relación con lo demás, causando tantos conflictos grandes y pequeños, a la vez que el señorío sobre los animales y todo lo que conforma nuestro entorno no significa que nos permitamos marchar, tal como lo estamos haciendo, en dirección a un suicidio colectivo.

El necesario cambio cultural


Todo lo hasta aquí escrito tiene una vinculación, que en apariencia puede considerarse forzada, con la imperiosa necesidad de un profundo cambio cultural que exige tanto la humanidad toda como nuestra sociedad, la que es parte de la grave crisis que vive aquélla, aunque con rasgos diferentes.

Es que en el mundo existe un desasosiego y desorientación (para mirarlo de una manera benévola) que nos crea la impresión que así las cosas no cierran y que se hacen necesarios cambios de una dimensión y profundidad pocas veces vista. Lo que Sigmund Freud, en otro contexto y con otras implicancias, centró una de sus obras bajo el titulo de el malestar de la cultura, y que el Papa Francisco, atribulado entre quienes dentro de la propia Iglesia embisten contra él de una manera perversa y muchas veces solapada, y de auto sedicente laicos que hacen uso de su figura invocando una vocería de la que carece, viene a hacer referencia, cuando habla de conversión y de misericordia, de una manera en que los límites de la iglesia con la sociedad toda se tornan difusos, en la medida que él se ha convertido en estos momentos en una –sino la única- persona con autoridad moral global.

Es que a pesar del esfuerzo invalorable de infinidad de grupos y organizaciones de buena voluntad que actúan con una vocación de servicio y también con eficacia encomiable, y dejando de lado las acciones de tantos gobiernos que tratan de hacer lo mejor frente a la resistencia, por momentos insuperable, de poderosos intereses, el malestar cultural subsistirá si no hacemos dar a esta barca, que es la tierra, una vuelta campana, que nos vuelva personas decididas a pensar y actuar distinto, producto de una reorientación radical de nuestros objetivos, el rescate de valores eternos a los que parecíamos haber entregado a las polillas cuando no haber arrojado al fondo del desván como inservibles, y que para que todo eso no sea mera cháchara, comencemos a comportarnos de otra manera. Porque en eso mismo, ni más ni tampoco menos, reside el indispensable cambio cultural.

Una transformación que quienes son consecuentes deben buscar en poner el acento en los instintos y virtudes maternales, que cada vez se hacen más presentes en la enseñanza pastoral con la insistente referencia a un Padre bondadoso, muy lejano al que por ser Justo se lo va alejando de la Misericordia que, como se sabe, es la contracara del Amor, y al que si se lo veía lento para el enojo, cabía la posibilidad que se tornara iracundo. Y aun para los que están convencidos (convicción a la que se debe atender respetuosamente) de que con la muerte se termina todo; comprender que la mejor manera de emprender ese derrotero es colaborando en lograr una sociedad solidaria en que todos se muestren con la compulsión sanadora de tender la mano a los demás.

A su vez, de nuevo, se está cometiendo el pecado de soberbia, cuando el hombre, concibiéndose como el rey de la creación se considera con derecho a actuar en consecuencia, sin comprender que el hombre solo puede ser el Destino de la Creación y no su rey. Y que si al hombre se le hubiera otorgado el señorío sobre las tierras con todas las cosas que la componen y los otros seres vivos que moran en ella, ese privilegio tendría como contracara la responsabilidad de cuidarla de manera de no llegar a destruirla.

Lo pequeño es hermoso


Ese es el título de una obra muy difundida de un economista alemán, que, extrapolada a los temas que nos ocupan, vendría a querer decir que los grandes cambios son el resultado de la sumatoria de infinidad de pequeñas acciones en el sentido correcto. Algo que debió haber tenido en cuenta Macri y su esposa, cuando ésta en compañía de su pequeña hija fueron traídas de vuelta en el helicóptero oficial. Nada ilegal, pero algo que debió ser evitado. Por aquello que la mejor forma de predicar es con el ejemplo. Y, sobre todo, exhibirlo en los pequeños detalles.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario