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El precepto del que surge un interrogante capaz de despertar expectativas

Comencemos por la redacción de la disposición a la que calificamos como de curiosa. La que lo es en cuanto que, si bien resulta clara la decisión por ella adoptada, la misma da cuenta en su escritura de una forma alambicadamente barroca.

Lo que hace suponer lo difícil que le resultó al Presidente Municipal dar de esa manera una culminación a algo que, desde hace meses, según versiones circulantes en los mentideros municipales locales, se barruntaba. Aunque a último momento parecía se vacilaba en tomar su decisión.

Decisión la adoptada que es clara y al respecto no puede caber duda alguna, a pesar de los circunloquios de los considerandos del decreto (¿y por qué no de su parte dispositiva?) que en buen romance no significan otra cosa que poner, de una forma descomedida "de patitas en la calle" a quién hasta el mismo día de la sanción del decreto se desempeñaba como Secretario Legal, Técnico y de Seguridad de la Municipalidad de Colón.

Es por eso que cabe decir que esa supuesta vacilación hizo que, de una manera en apariencia sorpresivamente abrupta, se hiciera presente el descomedimiento, ya que lo sucedido entre líneas deja traslucir todas las características de un divorcio, aunque claro está de un "divorcio político"; el que, por más que sea de esta naturaleza, viene acompañado de los ingredientes estresantes propios de todos ellos.

Sobre todo si se tiene en cuenta que durante mucho tiempo –parte del primer periodo y todo lo transcurrido del segundo de la gestión municipal de Mariano Rebord- ambos funcionarios, más allá de su dispar jerarquía funcionaron como una dupla, íbamos a escribir como "un solo corazón" pero nos pareció inadecuado aparte de cursi.

En ese lapso el ahora ex funcionario, el abogado Omar Ángel Zamora, cumplía las funciones de la "cara dura y enérgica" de la cúspide municipal.

Dado lo cual se nos ocurre que, teniendo en cuenta que lo cortés no quita lo valiente, todo en apariencia hubiera resultado más sencillo y más fácil, aunque inexplicablemente no lo fue, de haberse disimulado la ruptura con un pedido de renuncia al que no se le hubiera dado transcendencia pública, ya que resulta evidente que el funcionario desplazado hubiera consentido proceder de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta los elevados conceptos respecto al Presidente Municipal con que abandonó su función.

De esa manera se asiste a una curiosa situación, ya que nuestra administración se muestra opaca en muchas de las más importantes decisiones de su gestión, mientras se desviste de las buenas maneras en situaciones como la que comentamos.

Yendo a las curiosas formas a las que aludimos, pasamos rápidamente por alto lo que en el decreto aludido aparece, apenas, como poco más que un error de tipeo, cuando en sus considerandos y en referencia al funcionario desplazado, se afirma que cumplía funciones de Secretario (de) Legal y Técnica y Seguridad, ya que resulta notorio que la preposición está demás.

Desconocemos, mientras tanto, si existe un "formato" que, ya por costumbre o como consecuencia de una disposición formal, sea utilizado por la administración municipal para la adopción de estas infrecuentísimas decisiones. Pero se nos ocurre que hubiera sido suficiente con comenzar diciendo que "el presidente municipal está facultado para designar (y "remover" aunque esto no se lo menciona) a sus colaboradores (al menos aquellos que no están amparados, como es este caso, por la inmunidad de la estabilidad) para a renglón seguido disponer: "Danse por terminados los servicios de. . . a partir de. . . en lugar de entrar en el pantanoso terreno de la "revocación y derogación" del decreto aludido, máxime cuando lo que en puridad se revocaba no era el decreto, sino la designación.

Claro está que somos conscientes que de esa manera ingresamos al terreno, no ya de los leguleyos, sino de los teólogos medievales con sus bizantinismos, e inclusive de los psicoanalistas, si se tiene en cuenta la parte más cercana a la superficie del trasfondo de la decisión de la que más arriba se ha intentado dar una explicación, sin perjuicio de inferir que puede ya existir un "trasfondo del trasfondo". . .

Pero, tal como lo señalábamos al comienzo, en los considerandos del decreto existe una frase "con aptitud para despertar expectativas". En la que se señala "que es necesario realizar la modificación de la Estructura Organizativa de la Municipalidad de Colón", un diagnóstico con el que no se puede dejar de coincidir, si ello no significa caer en el "gatopardismo", es decir que se modifiquen las cosas de manera que todo siga igual.

Y al respecto cabe formularse la pregunta de si lo que es más importante es "modificar estructuras", o si todo pasa en realidad por atender a los cambios que se pueden y deben hacer en la forma en que se llenan con funcionarios los casilleros diversos de esa estructura.

Es que sin hacer alusión a ningún funcionario ni empleado municipal y sin afirmar que todo lo que se hace está mal, ninguna duda cabe que la gestión municipal no está a la altura de su misión y que el abultado número de agentes que integran la planta de personal con que cuenta, no guarda relación alguna con lo que se podría llevar a cabo, si en los niveles medios de la administración se diera la presencia generalizada de funcionarios con la formación profesional y las capacidades de ejecución indispensables.

Máxime en circunstancias que, como se escucha en forma reiterada en la calle, la actual administración tiene "muchos frentes abiertos", que no solo tienen que ver con las deficiencias notorias en la prestación de servicios y la construcción de obras a su cargo, sino en la manera como se abordan temas que se vuelven sensibles en gran medida justamente por la manera en que se plantean.

De donde la pregunta que dejamos formulada es si existe coincidencia entre la autoridad municipal y el diagnóstico y expectativas del vecindario, y si al respecto la misma está dispuesta a encarar una "reorganización" que sea digna de llevar ese nombre.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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