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"Si un día cometí un error, no quiero ser juzgado solo por la justicia; quiero ser juzgado por el pueblo brasileño". Las transcriptas son parte de las declaraciones que formulara Lula da Silva al momento que abandonaba los tribunales de Curitiba, donde había sido indagado.

No es necesario explicar de quien se trata. Es que sabemos que no se puede abarcar su dimensión con las escuetas referencias de una nota biográfica que señala a Luiz Inacio Lula da Silva, expresidente (2003-2010); edad: 71 años; profesión: obrero metalúrgico, sindicalista y político; trayectoria: concluyó su segundo mandato en 2010 con una popularidad del 80%, tras una exitosa política económica que logró sacar de la pobreza a 30 millones de personas y triplicar el PBI per cápita.

Es por eso que para comprenderlo desde la perspectiva de sus seguidores -está también lo opuesto- se pueden recoger literalmente las palabras de uno de la multitud que lo siguió hasta la misma puerta de esos tribunales, cuando señala que "Lula es el líder popular más importante que tuvo este país y la derecha quiere hacer lo posible para sacarlo de la política. Es una conspiración contra la clase trabajadora, quieren crucificarlo, pero él es inocente. Este es el verdadero pueblo brasileño y queremos que él vuelva en 2018 para gobernarnos. No podrán callarnos y evitar el destino".

Aunque también corresponde añadir que la presencia de Lula en tribunales se explica por una causa abierta en su contra, una de las cinco causas que se le siguen en el sonado caso de corrupción conocido como el "Lava jato" (literalmente en portugués "lavador de chorro") o como "caso Odebrecht", que no es otra cosa que la mayor operación de corrupción y de soborno en la historia brasileña, por la que una gran parte de la totalidad de la dirigencia brasileña ha visto ensuciar sus manos.

Antes de proseguir, viene al caso la referencia a otro personaje que no tiene nada que ver con el anterior, en el que se juzgó a un jefe de gobierno catalán y las reflexiones que las mismas provocaron en un articulista. Es que en referencia a este caso, el mismo escribió que no se entiende que al momento de pedir absolución que hacían "40.000 almas enfurecidas a las puertas del juzgado gritando a todo pulmón no "de-mo-cra-cia" sino "in-de-pen-den-cia", jaleándolo al encausado como héroe de la causa".

Algo que lo lleva a agregar que "ahora se dice una cosa, se piensa otra y se hace una tercera. Uno jura ante el tribunal que nunca se le ha ocurrido conculcar la ley y luego en la calle se jacta que va a hacer justo lo contrario. Uno pone cara de no haber roto un plato ni una Constitución, pero se monta un paseíllo perfectamente coreografiado que empieza dando fiesta a los amigotes para que puedan salir a dar palmas. . . Si cuela y te absuelven, estupendo, seguimos para bingo; si no cuela y no te absuelven, patada al tablero y a decir que tú no juegas más a este juego tan aburrido y tan antidemocrático. . .".

De donde en el caso de los políticos que han pasado por el gobierno -o que forman parte de él aún en cargos judiciales- la pregunta pertinente es en manos de quién está la potestad de juzgarlos y, en su caso, de absolverlos.

"Ego te absolvo". O para expresarlo de forma más completa, "ego te absolvo a peccatis tuis in nomine patris et filii et spiritus sancti", latinazgos que siguiendo el antiguo ritual de la Iglesia Católica, otrora formulaba un sacerdote de esa religión al "perdonar" los pecados al final de una confesión. Una frase que significa "te absuelvo de tus pecados en nombre del padre, hijo y espíritu santo".

Dejando de lado la religión, con el término absolución se entiende, tal como lo aclara en un despliegue de erudición, algún especialista hace referencia al hecho de absolver, un verbo que refiere a la acción de despojar de responsabilidad penal a quien haya sido acusado de un cierto delito o, cuando se trata de un proceso civil, a no considerar las pretensiones incluidas en una demanda. Es por eso que se redondea el concepto destacando que en un sentido más general, puede decirse que absolver es dejar a alguien libre de cargos u obligaciones.

De donde el absolver presupone siempre algún tipo de juicio. Y en consecuencia alguna clase de juez, junto a aquel que acusa o que reclama y a otro que es el imputado o demandado. Situación que comúnmente la asociamos con la existencia de un tribunal estatal a cargo de uno o más jueces a los que se los considera imparciales en cuanto independientes, que deben garantizar al imputado -o ambas partes en el caso de demanda- el derecho de defensa, el que incluye el de poder probar sus afirmaciones, y que culmina con un fallo por el que al caso se aplica la ley.

Claro está que junto a él existe la mal llamada "justicia popular", la que es cualquier cosa menos justicia, a pesar de que fortuitamente -fruto del acaso- sus decisiones pueden llegar a ser acertadas. Ya que en esos casos la voz de lo que en esas circunstancias se entiende por "pueblo", nada tiene que ver con la "voz de Dios".

Y en un juicio de este tipo relata la historia que el "pueblo" judío, prefirió a Jesús a Barrabas. Algo que seguramente no ha sido advertido por Lula cuando, según se ha indicado más arriba, se lo ha escuchado decir "no quiero ser juzgado solo por la justicia; quiero ser juzgado por el pueblo brasileño". Una afirmación que no solo se escucha de su boca, sino de muchos como él, cuando se encuentran en un brete, actitud que se repite en aquellos que reclaman, en forma más imprecisa todavía, esperar "el juicio de la historia".

Algo que en todos los casos, no es sino una forma elegante de solicitar no otra cosa, ni nada menos, que lograr la absolución sin pasar por los sinsabores de un juicio. Y que hace recordar también a ese otro de la fórmula juramental de los funcionarios, donde luego de asumir la obligación de portarse bien se someten a las demandas de Dios y de la Patria.

Mientras que estamos ciertos, que al menos la Patria por lo general se muestra realmente poco interesada en reclamar nada. Cierto es que ello puede ser entendido como un signo de impotencia, al advertir que la mayoría de nosotros, aunque más no sea en medidas diferentes, no podemos dejar de reconocer que tenemos la "cola sucia". Pero también es cierto que ha llegado el momento en que la Patria debe comenzar a demandar, al mismo tiempo que no debiera esperar nada, para obtener la respuesta adecuada.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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