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Se ha escuchado afirmar, y no dejaba de asistir un poco de razón al que así lo hacía, que es posible que entre las pocas ventajas, por no decir la única, que produce el vivir en un mundo cada vez más complicado tal cual es el nuestro, es que nos permite adquirir crecientes conocimientos de geografía política.

Así ha sucedido en su momento con África, continente que era para la mayoría de nosotros una suerte de mapa en blanco, y que dejó de serlo -al menos hasta cierto punto- luego de convertirse en escenario de horrorosas trifulcas de creciente dimensión. Así ¿cuántos de nosotros éramos los que habíamos oído hablar de Ruanda, y menos aún donde se encontraba ubicada, hasta que se produjo allí una feroz carnicería? Un verdadero genocidio que costó más de un millón y medio de muertos en una guerra civil entre "hutus" y "tutsis" -dos grupos tribales- en la que se enfrentaron al final de un intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda, con la eliminación de las tres cuartas partes de la población tutsis .

Una reflexión que viene al caso en momentos en que se reúne en Cancún una Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el objeto de tratar de superar el empantanamiento que en ella se vive, al momento de fijar una política común en relación a la espantosa situación que existe en Venezuela.

Es que debe recordarse que las negociaciones encaminadas a aplicar en la tierra de Nicolás Maduro y a su gobierno, atendiendo a las circunstancias archiconocidas, la llamada Carta Democrática de la OEA, necesita contar para lograrlo con una mayoría de los dos tercios de los países miembros que, como es sabido, son todos los del continente con excepción de Cuba. O sea, al menos de 23 de sus 34 miembros deben apoyarla.

Algo que hasta ahora le ha resultado imposible de lograr, ya que a los 14 países que apoyan la iniciativa, se les hace necesario sumar para alcanzar esa mayoría especial -cuentan hasta ahora con la mayoría simple, o sea la mitad más uno- el voto de otros 9 Estados miembros.

Y es aquí donde aparece presente la sigla Caricom, con la que se apocopa el nombre de los 14 países que integran la Comunidad del Caribe, la mayoría de ellos Estados insulares. Los miembros de pleno derecho son: Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, Dominicana, Granada, Guyana, Jamaica, Montserrat, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago y las Bahamas.

La dificultad en encontrar por lo menos 9 de esos países que "salten el cerco" es muy grande, ya que ellos son aliados tradicionales de Venezuela, especialmente desde que Hugo Chávez impulsara Petrocaribe durante la época de la bonanza de los precios del crudo. Y como se sabe Petrocaribe era una suerte de desprendimiento de Pdvesa, el mismo gran bidón del que Hugo Chávez se servía para que se derramara el petróleo y sus derivados entre todos ellos, además de Cuba, a bajos precios y largas financiaciones.

De donde cabría explicar que esas resistencias sean comprensibles, ya que si bien no se puede hablar en este caso de monos, de cualquier manera ante lo señalado, resulta difícil lograr que aquéllos países implicados dejen de bailar.

Frente a todo lo cual, ¿qué es lo que se puede decir? Sin duda, y en primer lugar, poner en cuestión, no el principio de la "igualdad jurídica de los Estados" sino tratar de poner el acento, sobre todo, en "las garantías jurídicas iguales para todos los Estados", ya que a esa igualdad de derecho teórica resulta difícil verla convertida en una igualdad de hecho. Para dejarlo en claro, es suficiente atender a la circunstancia que en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sus miembros permanentes tienen el derecho al veto contra toda resolución con la que no estén de acuerdo.

De allí que haya quien se refiera a la situación a la que se alude, buscando utilizar palabras sencillas y señalando que lo que en su momento hizo Chávez, cuyos frutos ahora recoge Maduro, no es otra cosa que lo que se conoce como la "estrategia Grondona". Esa referencia remite a la táctica adoptada por Humberto Grondona durante su gestión en la AFA, la que enseñó a Batler cuando se transformó en su socio en la Fifa. "Hacer que se crean empoderados una sarta de perejiles, cuando en realidad lo que hace es conseguir un reaseguro en procura de seguir teniendo el sartén por el mango". Y con resultados que en el caso de la AFA están a la vista, con un dirigente de un club de "primera B" que cuenta con 500 socios, en la presidencia de esa institución.

Una cuestión no menor la que queda expuesta, ya que exige un análisis profundo que vaya más allá de las declamaciones altisonantes y que permita, a la vez, conseguir domeñar a los Estados más grandes, sin tampoco permitir las decisiones temerarias que irresponsablemente pueden adoptarse por aplicación del "método Grondona".

De cualquier modo lo urgente, y por ende ahora lo más importante, es la situación que se vive en Venezuela, ya que después de cada manifestación pacífica como se la califica desde el gobierno como se la ve al menos por la televisión, ya que los canales oficiales no muestran ninguna imagen que sirva para pensar lo contrario. Esa manifestación "no violenta" que en realidad significa un muerto más cada día entre los que protestan, aparte de los heridos y de los detenidos, para remate todos sometidos a tribunales judiciales. Sin contar los que se mueren por falta de medicamentos, o literalmente de hambre.

Un problema que lamentablemente no tiene solución por la aplicación de la Carta Democrática, que solo contempla la aplicación de sanciones sin efecto inmediato, cuando la solución urge. Solución que tampoco puede pasar por la intervención armada. Y que aunque pueda parecer absurdo, está por eso en gran parte en manos de. . . Cuba. Ya que el denominado "hijo de Chávez" es en realidad un personero de Raúl Castro, de donde se trata de persuadir a este para que consiga que allí se haga, lo que también debió hacerse en Brasil simultáneamente con el defenestramiento de Dilma Rouseff, o sea convocar a "elecciones generales limpias".
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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