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No son pocos los que entre nosotros tuvieron ocasión de ver a la ex presidenta trepando ágilmente a una cosechadora en plena Plaza de Mayo, a la vera de la Casa Rosada. Todo ello ante la complaciente y complacida mirada de quien era en ese momento gobernador entrerriano. Como tampoco quienes seguramente olvidarán la fantasmagórica "misión Angola", para decirlo con las palabras con que el chavo-madurismo bolivariano bautiza a sus ejemplares emprendimientos, demostraciones del más acabado realismo mágico.

Misión, la mencionada, organizada por el inefable Guillermo Moreno, quien por ella no pasará seguramente a la verdadera historia, ya que tuvo el cariz de una desopilante fábula. En la que a esa misma cosechadora, también de fábula, se la llevó para exhibirla en el país africano, cabe agregar, que como parte de lo que en apariencia era un intento de promover exportaciones.

Expedición en la que, junto a los "fabricantes" de la cosechadora de marras, iba también el "rey de La Salada" ahora entre rejas, junto a otros especímenes parecidos, sin dejar de reconocer también la presencia de empresarios honestos, aunque ingenuamente esperanzados, que formaban parte de la "troupe".

Pero así como esta última categoría de viajeros están, con seguridad, todavía abochornados tratando de olvidar lo inolvidable, la memoria escéptica de la mayoría de los entrerrianos, hace ya tiempo que la había sepultado en el olvido como una mancha más –en este caso minúscula hasta la insignificancia -en la piel de un imaginario tigre, la que curtida y utilizada como alfombra cabría servir para que hiciéramos un recorrido de nuestra cruel y trastabillante historia.

Y si traemos a colación –con un poco de énfasis, el que suena, debemos reconocer, a exageración- a la cosechadora y los empresarios del timo, junto a una ex presidenta, a un ex gobernador, un ex secretario de comercio, y un emprendedor exitoso; sin amontonar a todos ellos con el teniente general Milani, Julio De Vido y su escurridizo cuñado; a Lázaro Báez y a Leopoldo López –y casi estamos tentados de mencionar a un primo de Mauricio Macri, de quien se espera fervientemente que en un claro caso de corrupción en la obra pública se encuentre "flojo de papeles", es porque debemos confesar que por nuestra parte, y seguramente es el caso de tantísimos entrerrianos, considerábamos ese episodio como algo que había pasado a confundirse con la parte legendaria de la historia. Episodio que sería cómico sino fuera trágico, ya que no puede calificárselo de tragicómico sin errar en su valoración auténtica.

Hasta que pudimos ver que el bochorno escandaloso o el escándalo bochornoso – se lo puede mencionar en las dos formas igualmente escandalosas y bochornosas- había resucitado de su injusta paz tribunalicia, dado que en la causa abierta en función de lo referido y en apariencia no extrañamente dormida. . . se habría mandado producir nuevas pruebas.

De lo que se trataría, es que en el voluminoso expediente en trámite que ya está conformado por varios cuerpos, como se llama en el lenguaje judicial a esos diversos "tomos", e infinidad de "fojas" -hojas de papel de oficio, para decirlo en el lenguaje llano- quienes llevan adelante la investigación, han tenido la ocurrencia de salir en búsqueda de "la ruta del dinero", o sea adónde fueron a parar los casi seis millones de pesos que entre los años 2000 al 2012 les había dado en préstamo el gobierno entrerriano, monto en el que seguramente cada uno de nosotros contribuyó con el aporte de una partecita con los impuestos que pagamos.

A lo que se agrega la ocurrencia de que, por la posibilidad incierta de abrir otra línea de investigación, existiría la posibilidad de extender las imputaciones –y esta vez no la ruta del dinero sino las posibilidades de recupero- a socios ocultos, de la variedad que en el lenguaje refinado se los tiene por "hombre de paja", y que en general conocemos como "testaferros.

Cabe agregar que, según ahora se nos recuerda, en la causa indicada se hallan hasta ahora imputados cuatro empresarios, dos exministros y dos funcionarios públicos de menor rango, de donde se colige que a la investigación se le dará una ampliación "horizontal", es decir tratando de ubicar eventuales imputables al mismo nivel que a los empresarios supuestamente delincuentes, mientras se prescinde de una ampliación "vertical" es decir hacia arriba. Con lo que se podría avanzar en el proceso de esos ya imputados, sin perjuicio de abrir un desprendimiento de esa causa, para ocuparse de las nuevas líneas de investigación que ahora se abrirían, sin paralizar esa causa madre.

En lo relatado no se da nada que pueda causarnos extrañeza, ya que nuestra historia reciente –y también la pasada- está llena de esas pequeñas trapacerías, a las que se presta poca importancia como si se tratara del robo de gallinas, con cuyos autores muchas veces la justicia se ensaña. A la vez que quedan opacadas por ellas las otras, de mayor entidad y hasta de un volumen que nos resulta imposible cuantificar, que más de una vez se escurren entre las redes, de laxa y a la vez elástica textura que representan los organismos de control, sin que ello signifique olvidar el parsimonioso proceder de sus pares tribunalicios.

Es por eso que consideramos oportuna la referencia a varios mecanismos que no son precisamente lúdicos, aunque a veces suenen a "cachada". Mecanismos que a pesar de sufrirlos, los dolientes recurrentes a distintos servicios estatales sobrellevan de manera persistente y en apariencia sin remedio.

El primero de esos mecanismos, que a la fecha cabe considerar como innominado aunque son incontables los sufrientes, cabría denominarlo de "pare y vuelva a intentar, cuantas veces se le exija". El que consiste que cuando alguien se acerca a un mostrador de un servicio público con el propósito de cumplir con un trámite, ve su esfuerzo paralizado ya por quien lo atiende, ya por la resolución más formal de alguien de jerarquía superior que le exige el cumplimiento de otro requisito. Y cuando el interesado está de vuelta cumpliendo con la exigencia, se encuentra con que ahora se hace presente otro incumplimiento, el que había pasado inadvertido en el momento de la iniciación primera, en un verdadero "juego de ping-pong" que puede extenderse en infinitas idas y venidas.

Al que hay que sumar el mecanismo de "la calesita" que se hace presente, cuando algún legajo en trámite pasa sucesivamente por distintos despachos para luego volver a su punto de origen, sin mostrar ningún avance, lo que hace que de nuevo se lo eche a rodar. . .

Aunque debe reconocerse que los funcionarios de la anterior administración han venido a introducir una variante del juego "del gran bonete", por aquello de la persistente utilización como un latiguillo de aquello de "¿yo señor? no señor", como una manera de desembarazarse de lo que se ve como una papa caliente.

Nos encontramos en realidad, atento a lo descripto, ante diversas versiones de "jugar al quedo", una manera cansina de actuar frente a las cosas, de la que una falsa sabiduría nos hace creer que es la mejor manera de obtener resultados óptimos. Todo lo cual lleva a la moraleja, que hay que acabar con toda esta variedad de juegos, si es que queremos llegar a ser el "país en serio" del que hablaba hasta el mismísimo Néstor Kirchner.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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