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La vida cotidiana no pasa solo por la política, ni por los complicados, recurrentes, y hasta aberrantes pecados y pecadillos del mundo de la farándula.

No porque la política no sea un aspecto del vivir de especialísima importancia, sino por cuanto corrientemente se la banaliza o se la corrompe en la forma que todos conocemos. Mientras que los chimentos de la farándula -como fueron en años idos presentados, en forma más circunspecta, los dimes y diretes de la auto conocida como "alta sociedad- pueden considerarse como un escape en el caso no se los tome en serio, ni exista la ambición de ser incluidos en ella y, por sobre todo, no considerarla una causa de ejemplaridad.

Es que, según es frecuente escuchar, de alguna manera es necesario "matar el tiempo", y se ha vuelto problemático hacerlo cuando los pronósticos en la materia han alcanzado una precisión y extensión que todavía nos maravilla. Queda, de cualquier forma, la posibilidad de hablar de enfermedades, un tema que se muestra como una cantera inagotable.

De allí que no sea extraño que una y otra vez se vuelva sobre el tema de las "enfermedades silenciosas", cuales son todas aquellas que por lo general pasan desapercibidas por no dar señales de su existencia, o por disfrazar sus síntomas, cuando no por exhibirlos con extrema sutileza, pero a las cuales se les da inclusive la categoría de asesinas. . .

No debe extrañar entonces que con esa manía de traducir todo en decálogos, haya quien ha tenido la ocurrencia de enumerar "las diez enfermedades silenciosas y mortales", cuadro en el que se incluyen la diabetes, la enfermedad de las arterias coronarias (EAC), la del hígado graso, el cáncer de colon, la presión arterial alta, el cáncer de piel y la osteoporosis.

Todos males conocidos, más allá de su importancia, por las mortales consecuencias con las que se hacen presentes muchas veces.

Hoy queremos referirnos a una de dichas enfermedades, aunque más no sea de una manera indirecta, ya que para quienes la padecen ha sido -si ya la conocen- o será para los que recién ahora se enteran por este medio, una buena noticia, en tiempos como los actuales en las que ellas parecen escasear.

Resulta ocioso referirse al hecho que según algún texto de la medicina la diabetes, al menos en la más conocida de sus formas, no es otra cosa que un conjunto de trastornos metabólicos "cuya característica común principal es la presencia de concentraciones elevadas de glucosa en la sangre de manera persistente o crónica, debido ya sea a un defecto en la producción de insulina, a una resistencia a la acción de ella para utilizar la glucosa, a un aumento en la producción de glucosa o a una combinación de estas causas. También se acompaña de anormalidades en el metabolismo de los lípidos, proteínas sales y sales minerales".

Pero lo que nunca se machacará lo suficiente, son sus posibles consecuencias, producto de no tomar muchas veces en serio quienes la sufren, más que por una irresponsabilidad deliberada, por falta de ese sentido de la responsabilidad que hace posible una autodisciplina estricta. Las secuelas más evidentes son la pérdida de la visión que puede llegar a la ceguera, el compromiso de los riñones o de los vasos sanguíneos, que inclusive en casos graves alcanza a la pérdida de extremidades inferiores (véase vasculopatía diabética) o el compromiso del corazón, para dar sino algunos ejemplos.

La buena noticia a la que nos referimos es que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) acaba de aprobar un sistema de monitoreo de glucosa en sangre para chicos y adultos con diabetes de los tipos 1 y 2, que exigen la utilización de insulina, el que permite olvidarse de los molestos pinchazos en la yema de los dedos y las tiras reactivas.

Y en la gacetilla informativa del organismo se destaca que en nuestro país uno de cada diez adultos son diabéticos; a la vez que cuatro de cada diez pacientes -o sea casi la mitad- no se miden la glucosa con la frecuencia recomendada por su médico por aversión al pinchazo, por incomodidad, olvido o hartazgo.

La herramienta lleva el nombre, que suena a redundante, de Free Style Libre, a la par que se advierte no solo que ya se comercializa en treinta países del mundo y, sobre todo, que ofrece una alternativa indolora a las prácticas actuales en este tipo de mediciones.

Agrega la información, que "el sistema consiste en un sensor pequeño, redondeado, aproximadamente del tamaño de una moneda de dos pesos, que se coloca en el brazo y que, minuto a minuto, mide la glucosa en líquido intersticial mediante un pequeño filamento que se encuentra colocado justo debajo de la piel y se mantiene en el lugar unido a un pequeño parche adhesivo."

También que "con sólo acercar el lector -un dispositivo similar a un pequeño celular, a unos cuatro centímetros del sensor- se "escanea" automáticamente el dato en menos de un segundo, sin provocar dolor. Y lo más importante: además de la medición momentánea arroja un historial de los niveles de glucosa a lo largo del tiempo.

De allí que los especialistas en la materia, señalan que como el espectro de diabéticos en nuestro país alcanza al medio millón de personas, el avance al que nos venimos refiriendo tiene mucha mayor importancia que la que en principio se podría imaginar porque el dolor y las molestias asociadas con el sistema de pinchar los dedos lamentablemente determinan que los controles en algunos pacientes se realicen con menor frecuencia que la ideal, y eso va en detrimento del manejo óptimo de su enfermedad.

Máxime teniendo en cuenta que, como las mismas fuentes señalan, "en la actualidad, se calcula que después de siete años la mayoría de las personas dejan de medirse con la asiduidad conveniente y que el sesenta por ciento de las personas con diabetes no alcanza los objetivos de control glucémico recomendados, dado lo cual no es poco que los enfermos dispongan ahora de una "herramienta amigable" que les permita "de un vistazo medirse el nivel glucemia sesenta u ochenta ves por días, con el agregado que el sistema guarda los datos de los últimos tres meses."

La noticia no tan buena dentro de la buena noticia indicada es que se calcula que el instrumento completo tendrá un valor un poco superior a los dos mil pesos. Algo que lleva a suponer que los funcionarios oficiales del área respectiva ya estarán avispados, ya que esa suma representa casi una fortuna para muchos de nuestros jubilados que cobran el haber mínimo mensual.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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