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La detención de De Vido, un "reality show".
La detención de De Vido, un "reality show".
La detención de De Vido, un "reality show".
"Lo que pasó ayer no es algo digno de festejo" fueron las palabras con las que el abogado Rusconi, defensor judicial de Julio De Vido, se refirió a las circunstancias que rodearon a su detención y que se mantienen vivas hasta hoy. Y es posible que no haya empleado palabras más acertadas que las mencionadas, al redactar el fárrago de escritos con los que intentó defenderlo hasta este momento.

Es que, para empezar, la detención no es consecuencia de una sentencia condenatoria. De donde no significa que con ella se haya hecho justicia sino tan solo se la ha resguardado, con la intención de aventar la posibilidad de que ella sea desvirtuada. Y de todos modos, el que se haga justicia, cuando ello significa una sentencia que dispone la privación de libertad a un imputado por un delito, no puede ser nunca motivo de alegría –ya que ella vendría a expresar un ansia de venganza satisfecha- sino tan solo el alivio que significa ver funcionar a los tribunales en la forma que corresponde. Con el agregado de una serena y comedida satisfacción por esa misma circunstancia.

Mientras tanto, lo que se vivió y se está viviendo en torno a lo referido, es una situación que se debe ubicar entre lo denigrante y lo obsceno, dado que ella se traduce en un escarnio, que parece hasta el momento retroalimentarse, con posibilidades de convertirse en un inadmisible culebrón, que cuenta al mismo tiempo con todos los ingredientes aumentados y desfigurados de un "reality show".

Es que resulta inadmisible que se haya construido este gigantesco y obsceno –conviene reiterarlo- show con esta detención. Cabría achacar esa situación a la actuación de periodistas y productores de medios sociales, a quienes la obsesión por la nota puede llevar al descontrol. Pero no puede dejar de señalarse que ello no sería de ese modo de no contarse con una audiencia ávida de alimentarse –hasta la fascinación- con este tipo de espectáculos.

Cierto es que el detenido no dejó de alimentar la farsa con su referencia, al pasar, a un hipotético brindis de Lilita Carrió. Pero no existe derecho alguno a verse filmado en ese verdadero vía crucis que debe haber significado para el exministro su recorrido hasta el lugar de detención, para después también verlo en una fotografía, inescrutable como siempre, pera a la vez con la desnudez del desamparo teniendo como telón de fondo una pared. A lo que se debe agregar la difusión de otra foto en la que se lo ve de frente y de perfil, de las mismas características que las que pueden observarse en el legajo de un prontuariado. Se dice que esas imágenes se hicieron públicas por una "filtración" ajena al gobierno. De cualquier manera, se trata de esclarecer quiénes son los involucrados en la maniobra de entrega y recepción de los documentos gráficos referidos.

En realidad, no es de extrañar que algo así haya llegado a suceder, aunque es de esperar que llegadas las cosas hasta este extremo, la sociedad y sus componentes tomen nota del retroceso cultural –y hasta civilizatorio- que representa el tipo de comportamiento al que nos estamos refiriendo. Es que de esa manera no hemos hecho otra cosa que llevar al paroxismo la práctica del "escrache", con la que nos hemos familiarizado hasta el punto de haberla naturalizado.

Y debe quedar en claro que, en defensa del comportamiento aludido, tampoco han sido correctas las repetidas veces en las que hechos similares han ocurrido en el pasado, y no solo durante la denominada década ganada. Ejemplo de situaciones de este tipo que recordamos es la exhibición de imágenes de personajes, desafectos al régimen hasta hace poco imperante, a las que se colocaba en la calle, con la finalidad de que los paseantes por el lugar las utilizaran como un blanco.

Claro está que ningún sector de la sociedad puede considerarse libre de culpa, con la aclaración que la universalidad de dicha culpa no es eximente de ella. Así no está de más tener presente como, producido el derrocamiento del primer Perón, se asistió a un igualmente condenable proceder de grupos enfrentados hasta visceralmente con aquél –por algo se los mencionaba como "gorilas"- derrumbando y arrastrando bustos de "el general" y de su segunda esposa fallecida, por las calles.

Podrá decirse que este tipo de comportamientos no son comparables con los fusilamientos de José León Suárez, o el ajusticiamiento de Aramburu, y todas las víctimas que de los dos bandos enfrentados se produjeron durante los años oscuros de las últimas décadas del siglo pasado. Ya que es cierto que entre esas horrorosas situaciones que no han cicatrizado en nuestra sociedad y las actuales circunstancias existe una abismal diferencia.

Pero, al mismo tiempo, no debe dejarse pasar por alto que un comportamiento bochornoso como el que nos ocupa, puede desempeñar la función de "el huevo de las serpiente", en la medida que aporta lo suyo para la inestabilidad de la atmósfera política de hoy –a la que una mayoría del pueblo rechaza- y pueda llegar a dar paso a ominosas tempestades.

Se ha dicho que una minúscula capa de tierra fértil y un poco de agua caída del cielo, es lo único que existe entre nuestro actual vivir y una hambruna terminal. Que lo digan sino quienes habitan en las zonas de África Central en las que la desertificación avanza. Ese estado de cosas resulta apropiado para que comprendamos que esa delgada pátina civilizatoria es nuestra pobre defensa contra la posibilidad de volver a tiempos ya imposibles de recordar sino de una forma que no va más allá de lo conjetural, de nuestro pasado humano. El espanto del nazismo y su Holocausto, para no referirnos a acontecimientos actuales de parecida envergadura, es una prueba de lo indicado. ¡Cómo pensar que a civilizados alemanes se les iba a ocurrir tratar de exterminar a todos los judíos de la tierra haciéndolos ingresar en cámaras de gases!

Es dentro de ese contexto, en el que debemos lograr edificar una sociedad vivible, la que exige que todos nos tratemos recíprocamente como personas. Lo cual significa que debemos reconocer como tales aún a quienes han cometido delitos, por graves que ellos sean.

A la vez, para llegar a comportarse de esa manera, debemos tener presente que lo que en apariencia es hoy nada más que un insignificante y hasta intrascendente desvío, puede en el futuro dar lugar a imprevisibles y funestas consecuencias. ¿No se dice acaso que el aleteo de una mariposa en China puede llevar a desencadenar una tormenta en California?

Recordemos que Borges escribió una Historia Universal de la Infamia. A nosotros, entre otras cosas, nos toca cerrar una deplorable historia de escarnios.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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