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Se escucha decir que en épocas antiguas, aunque no remotas, una forma cruel de buscar que los chicos se comportaran como Dios manda, era asustarlos con el cuco, un personaje imaginario con el que se buscaba impresionarlos. De lo que era una variante la advertencia acerca del hombre de la bolsa.

El hombre de la bolsa, al que se lo pintaba como un viejito de abundante cabello más que entrecano y con bigote, aunque no siempre con barba, pero de cualquier manera vestido como un zaparrastroso y que llevaba una bolsa al final de un palo que cargaba en su hombro como un fusil, que estaba claro que iba a llegar caminando.

A nadie se le dijo entonces no solo cómo era el cuco y de qué manera se iba a aparecer. Ahora se sabe que el cuco se moviliza en auto, acorde con nuestros tiempos.

Es que esa es la impresión que me queda al leer que en Paraná alguien que supuestamente iba acompañado, al volante de un automóvil gris, se acercó a dos madres que con sus hijos volvían de la escuela, e intentaron llevarse a los pequeños.

De donde habrá quien llegue a convencerse que no solo los cucos existen, sin que van de a dos y en automóvil.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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