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Se dice que cada vez es mayor la posibilidad de que ello ocurra en Brasil. Donde es dable escuchar que artistas y feministas fomentan la pedofilia. Y también se hace correr la voz que el expresidente Fernando Henrique Cardoso, responsable del mayor programa de privatizaciones de la historia de Brasil, y el multimillonario estadounidense George Soros patrocinan el comunismo. O que las escuelas públicas, la universidad y la mayoría de los medios de comunicación están dominados por una "patrulla ideológica" de inspiración bolivariana. Donde el protofascismo defiende la muerte de los presos en las cáceles, y donde hoy existen quienes martillean a diario las redes sociales alimentando la locura de exaltados, que en San Pablo intentaron agredir a una filósofa feminista al grito de "quemad a la bruja".

No debe extrañar que en ese marco se escuche a un candidato presidencial de la extrema derecha de ese país exclamar: "derechos humanos, estiércol de la escoria social".

Algo que un sociólogo brasileño explica señalando que es la consecuencia de que mucho más de la mitad de la población admite que vive en un territorio dominado por alguna facción criminal. Circunstancia que vendría a explicar, lo que así se expresa: "el miedo se ha apoderado de la sociedad brasileña".

Un miedo con una causa real, que alimenta fantasmas que lo amplifican y perversamente lo distorsionan, de manera que allí, como en todas partes, al permitirlo nos convertirnos en prisioneros de esos fantasmas, en lugar de dedicarnos a enfrentar con valentía y eficacia los problemas reales.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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