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Cualquiera de nosotros o vamos a morir o ser muertos. Y después se verá. Los próceres en cambio tienen una trayectoria curiosa. Ya que no nacen como cualquier otro ser humano. Ojitos de ciego, y berreando -algo que es un signo de salud y ganas de seguir viviendo- hasta ponerse colorado, símil rojo granate. Y en ocasiones con un pelo negro, que en el caso de ser abundante, no es bien visto sino por la parturienta y no por quienes vienen a verla, aunque lo sepan disimular.

Pero los próceres no nacen como cualquier otro ser humano, dije y repito. Sino que lo hacen siendo muy mayores e incluso ya muy mayores y cargados de años. Luego de una trayectoria peculiar, a partir de un primer nacimiento como todos los demás. Se aclara, aunque parezca obvio pero igualmente nunca está demás señalarlo, que hablar de trayectoria no significa que se puede cursar una carrera al procerato. Aunque algunos lo crean así, y se muestren en vida como tales. Sin que de cualquier manera puedan ocultar su condición de falsos personajes inflados de vanidad, y por encima de todos hipócritas aún para consigo mismos.

Es que los próceres no mueren o son muertos como cualquier mortal. Ya que en realidad comienzan a vivir en ese cielo especial, revestidos de una azarosa inmortalidad. Porque si ya no pueden morirse nuevamente de verdad, o ser muertos, se los puede dañar, eliminar, y en el peor de los casos olvidar, como va a suceder en mi caso y en el de la mayoría de nosotros.

Todo lo cual me ha llevado a encontrar en la inflación, ese mal adictivo en toda sociedad desajustada, la gran guillotina eliminadora de próceres. Al menos de aquellos cuyas imágenes aparecen en los billetes de papel moneda.

Una gran guillotina que se ha cargado hasta ahora unos cuantos. Para tomárselas ahora con Bartolomé Mitre, cuya cara casi ya no vemos en los billetes desastrados de dos pesos, y que dentro de pocos meses dejarán de circular. Mal que les pese a la Academia Nacional de historia; a algún correntino del Partido Liberal que quede vivo todavía y por casualidad, y al diario La Nación.

El de dos pesos pasará a travestirse en moneda, aunque sin la cara de Mitre, según se dice. Y en los billetes más grande invariablemente el lugar de la cara de un prócer podrá verse la de un animal autóctono.

Una decisión que ya está en los hechos y que, mal que les pese a los conservacionistas, va convirtiendo a esos animales en el recuerdo de especies extinguidas, o que -tan preocupante una cosa como la otra- es que nos hemos quedado sin próceres. . .
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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