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En Paraná, a estar a los resultados de una estadística a ojos de buen cubero, cada fin de semana en las madrugadas se determina la existencia de un promedio de veintidós automovilistas manejando peligrosamente alcoholizados. Y utilizo el concepto de peligrosidad, porque de eso específicamente se trata, ya que conductores en esas condiciones significan no solo un riesgo para otras personas, incluyendo no solo las que transporta en su vehículo, sino también para él mismo. Una estadística de la que desconfío, dado que me hace suponer que un número mayor de los controlados y sancionados y privados de su vehículo, vienen a zafar por causas de circunstancias fortuitas y otras que no lo son tanto.

Es bueno que empiecen a ser noticias controles de este tipo, ya que espero que los mismos, por su existencia regular e incipiente persistencia, algún día dejen de serlo, primero porque se hayan vuelto permanentes, sistemáticos y generalizados. Y después, porque como resultado del ejercicio de ese "sentido común forzoso" del que alguna vez se habló desde aquí mismo, lo que ahora es un comportamiento corriente se haya convertido en una anécdota, consecuencia de que lo que se veía como antipática imposición sea considerada como una conducta automática.

Dado lo cual si desde el campanario, en lugar de mirar para abajo trato de echar un vistazo hacia arriba, entreveo que debería verse, entre dos actitudes totalmente opuestas como son la "tolerancia cero" y la "permisividad social total", ni más ni menos que una imaginaria minimización de esa lucha maniquea entre el Bien y el Mal. Ambos así, escritos con mayúsculas, como muestra de que a los dos se los debería tomar en serio y no tenerlos arrumbados en un rincón, como si no existieran, y de existir no importaran, como tantas otras cosas que valen y las ignoramos.

Se da aquí una pulseada enrevesada y de un final imprevisible, en la que de un lado parece estar el brazo de la ley, al que si no se lo esgrime de una manera sostenida que no sabe de pausas, será irremediablemente domeñado, por la resistencia persistente y no necesariamente violenta de una sociedad que hace todo lo posible para mostrarse malcriada, y que da, al parecer, exitosas muestras de conseguirlo.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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