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En tiempos electorales suele ser posible comprobar el retroceso que acusa nuestra democracia. Se lo advierte en todos los niveles sociales, cada uno a su manera y desde su perspectiva. Por lo pronto es evidente la pérdida de calidad de la dirigencia política, por supuesto en líneas generales, admitiendo excepciones.

En un par de meses esta nueva democracia nuestra cumplirá 32 años. En lugar de perfeccionarse, ha retrocedido. En todo caso la distingue la perseverancia de su renovación formal, según lo establecen la Constitución y las leyes institucionales, pero no mucho más. Por otra parte, lo de renovación puede ser una aspiración legítima y necesaria, pero distante de la realidad.

Desde la recuperación de la democracia, en Entre Ríos el actual partido gobernante ha ejercido el poder durante 24 años -de corrido los últimos 12. Con escasas excepciones, determinadas por cuestiones de edad o disidencias, los funcionarios principales, incluyendo cargos electivos importantes, son más o menos los mismos. Algunos viven del Estado desde hace 32 años. En varios casos han saltado de aquí para allá. Concejal, intendente, diputado, senador, subsecretario, secretario, los menos con más suerte, ministro, gobernador. Todo sirve. Lo importante es que algunos sirven para todo. ¡Qué maravilla! Andar siempre arriba no es para cualquiera.

En ciertos casos hay limitaciones constitucionales, impuestas con el propósito de estimular la renovación. Pero también existe la gambeta, recurso criollo admirable a partir de la habilidad de algunos futbolistas.

En política también se gambetea. Si después de un segundo período un intendente no puede ser reelecto, no importa. Irá de legislador y dejará la intendencia a su esposa o a su hijo. Como en las antiguas dinastías. Ya ha ocurrido y seguirá sucediendo, no sólo en el oficialismo. Algunos opositores aprendieron rápidamente esta forma de preservar la corona y la llevan a la práctica.

Sin renovación genuina, la democracia es dañada y tambalea. Es una verdad histórica. De ahí nuestra insistencia, llamando la atención frente a estos excesos. La borrachera del poder es la más peligrosa, porque no daña sólo al sujeto, sino a la comunidad.

Por un proceso transparente

"Asegurar la transparencia y evitar todo tipo de sospechas que acentúen las divisiones entre los argentinos", constituyó la exhortación central de los obispos al gobierno nacional, las autoridades electorales y los partidos políticos. Un documento en tal sentido fue dado a conocer esta semana. La democracia "no puede ponerse en riesgo por la existencia de prácticas que pueden socavar su legitimidad", proclamó la declaración.

Una vez más la Iglesia advirtió acerca del peligro de "enturbiar el proceso electoral". Lo hizo probablemente a raíz de situaciones planteadas durante las últimas semanas poniendo en riesgo la claridad de comicios recientes, como sucedió en el sonado caso de Tucumán, aún no concluido, cuya legitimidad está en tela de juicio.

"Lamentablemente, hemos asistido a un clima de agravios, sospechas y denuncias que debilitan la credibilidad de personas e instituciones", añadieron los obispos. "Una democracia sin valores y sin ejemplaridad se empobrece. Por lo tanto, no deberían escatimarse esfuerzos en orden a mejorar los procedimientos, asegurar la transparencia y evitar todo tipo de sospechas que terminen provocando desconfianza y acentúen las divisiones entre los argentinos", señaló la declaración.

Solicitó además "que ningún signo de violencia o intolerancia ensombrezca el acto eleccionario", subrayando que esperan "actitudes de nobleza para reconocer y respetar la legítima y soberana voluntad popular".

Conceptos para tener en cuenta. Vienen bien asimismo para aliviar la borrachera del poder.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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