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El curso es dictado por la Fundación 90 Días cuyo Director Regional es Raúl Bustos, y gracias a la convocatoria de la Asociación Civil “Manos Abiertas”, antes de iniciar la jornada pude entrevistarlo para El Entre Ríos.

-Nacho, usted tiene una historia de vida que lo acercó al tema adicciones, ¿verdad?

Sí, más allá de ser un profesional, tuve un problema de adicción y hace 21 años que estoy en recuperación. Desde entonces no consumo alcohol ni ningún tipo de drogas. Mi vocación nace a partir de ver que los sistemas de tratamiento eran inadecuados y el sufrimiento por el que pasan las personas con adicciones y sus familiares.

-¿Cuánto tiempo consumió drogas?

15 años.

-Usted que logró salir, ¿cómo es el tratamiento de recuperación de las adicciones?

En principio digamos que hay un estereotipo del joven de la villa, con gorrita, que roba y la verdad que la droga es lo más democrático del mundo, se encuentra en todos los estratos sociales. Es el padre que toma alcohol cuando llega a la casa y no le habla al hijo, la madre que toma pastillas, o los que apuestan toda la plata al casino, la persona hiperobesa que no se puede ni agachar. Hay mucho estigma y mucho castigo. A veces hablamos de cómo se trata la recaída. Si un hipertenso, que es un enfermo crónico, se come una longaniza, el cardiólogo no lo hecha del tratamiento, pero la drogadicción está considerada como una enfermedad moral que como tal debe ser castigada, por eso se los rechaza de los centros de salud. Hay que trabajar en la concientización, y en los derechos de la persona adicta a un tratamiento justo y dar a conocer esto porque hay personas que se mueren, o familias con un sufrimiento mucho mayor porque no saben cómo ni dónde pedir ayuda.

-Pensando en su consideración de lo democrática que es la droga, ¿la salida a este flagelo es la misma para una persona de un estrato social acomodado que para una de la villa?

Lo primero que tenemos que considerar es si están las necesidades básicas cubiertas. En realidad la salida es la mismo para todos, pero siempre decimos que con hambre nadie se recupera. Si una persona tiene el estómago vacío arrastra una cierta carga cultural, que no tiene que ver con sus posibilidades de recuperarse o no; todos tienen las mismas posibilidades, pero es más complicado si no existe un círculo contenedor, posibilidad de trabajo o una cierta educación. Por citar como ejemplo, si uno está en una villa no hay una cancha de fútbol, un club, un lugar donde estar, entonces están en una esquina. O viven en un rancho que está dividido por una sábana y escucha a sus padres teniendo relaciones mientras seis chicos comparten tres camas, entonces hay realidades que hacen más compleja la recuperación y la vida en general.

-Es difícil si las necesidades básicas no están satisfechas. Ahora, ¿en un punto no es más difícil pedir ayuda para las familias de clase alta que no cuentan lo que les pasa por vergüenza y temor a la condena social?

Eso iba a decir. A veces el hijo roba cosas en la casa y la familia lo apaña por vergüenza. Se da en los médicos, por ejemplo anestesiólogos que manejan sustancias o en quienes trabajan en terapia intensiva por el estrés; les cuesta recuperarse porque el médico es “Dios”. También pasa en gente famosa, que piensa “si yo sigo teniendo éxito viviendo as텔. En la gente de dinero muchas veces es complicado. Yo trabajo mucho con personas en situación de vulnerabilidad: villas, asentamientos, cárceles. Es emocionante ver que con muy poco pueden hacer un cambio profundo. La autenticidad, la solidaridad, el sentimiento, la vida comunitaria, cómo integran al otro. Trabajo con el Padre Pepe y el Padre Bacci, de los llamados curas villeros y se aprende mucho de ellos.

-¿La fe o una creencia religiosa es importante en esto?

Nosotros trabajamos con el programa de los 12 pasos. Habla de espiritualidad, no de religiosidad. La fe o el poder superior que uno consigue, puede ser el grupo, porque la droga era una entidad superior a nosotros, que nos controlaba la vida, entonces al estar en el grupo este es como un poder superior a la adicción, en el que uno puede depositar su fe. Otros lo hacen en el budismo, la naturaleza o un familiar fallecido. Muchos vuelven a su creencia religiosa de base. Los primeros tiempos son muy duros, entonces es bueno tener un apoyo en lo espiritual.

-¿Qué debemos tener en cuenta los padres? Por ejemplo yo tengo una nena de 11 años y un nene de 7. Y puedo pensar, sobretodo en el caso del nene que todavía es chico, que ya tendré tiempo para pensar en el tema de la droga ¿Es tan así? ¿Qué podemos tener en cuenta durante la infancia a modo de prevención?

Hay ciertas conductas preventivas que se han ido perdiendo como la cena familiar; hay gente que come viendo la tele y se pierde la conversación. También mirar las carpetas, acompañarlos en la escuela, enseñarles hábitos saludables, fomentar el deporte, acercarlo a los lugares más saludables. Luego la prevención más específica comienza a los 12 años, así que te falta poco con la nena. Tiene que ver con los cambios del inicio de la adolescencia, donde la influencia de la familia se corre a los pares; una persona es más lábil a la presión de los medios, de los amigos, incluso por parte de la familia si esta es problemática. Pesa la posibilidad de ser aceptado. En segundo lugar, el cerebro se desarrolla y tienen un pensamiento más abstracto, cuestionan a los padres y sus formas, se revelan; están generando su propia identidad y con lo hacen en contraposición con los padres. Después la parte prefrontal del cerebro no está desarrollada, no controlan sus impulsos y se exponen a situaciones de riesgo. Por eso es tan malo el consumo de alcohol que me enteré que en Colón es tan grave. Es una edad de características específicas, que hay que conocer y actuar en consecuencia. Así que se te viene un baile complicado.

-¿Hay jóvenes adictos de familias contenedoras? ¿O siempre hay una cuota de responsabilidad por parte de los padres?

Está buena tu pregunta. La gente que tiene hijos adictos siente vergüenza y culpa. Pero hay tres aspectos a tener en cuenta: el medioambiente, la estructura psicológica de la persona y la disponibilidad de oferta. Una tendencia depresiva o psicótica se multiplica en un ámbito social desordenado con presencia de violencia, armas, disponibilidad de drogas, una cultura que lo fomente como ocurre en las villas. No es por estigmatizar, pero es una realidad, que incluye que los docentes faltan la mitad de los días y los chicos no tengan otra posibilidad de esparcimiento que la calle. Esto genera la posibilidad hacia el consumo y hacia el delito, ya que tampoco pueden robar adentro de su casa como un adicto de posición económica más elevada. También influye el medioambiente. Si la familia consume, si es contenedora, ordenada, si hay problemas mentales en los familiares, si hubo abusos. Después cuenta la disponibilidad de consumo cercano, porque si vende el de al lado y vende el de enfrente, es más difícil recuperarse. Si hacemos una fiesta donde vendemos alcohol a los menores y los adultos lo habilitan, vamos a tener más problemas, porque los adultos no se están haciendo cargo de su rol y están descuidando a jóvenes cuyo cuerpo no está preparado para recibir eso.

-Además de todos estos factores, ¿hay quienes tienen una predisposición genética para ser adictos? Es un tema que siempre está en discusión…

Sí, hay estudios que dicen que mellizos o gemelos que se criaron en diferentes ambientes, tienen las mismas posibilidades. Pero no es determinante, porque si decimos que la adicción es multifactorial, trabajar sus distintas causas va a incidir en sus posibilidades de desarrollo.

-Finalmente, Nacho: Descubro que mi hijo está consumiendo drogas, después habrá que evaluar si ya es adicto o no y me imagino que no es un tema menor, pero en el momento en que me entero que está fumando o consumió algún tipo de drogas, siento que se me viene el mundo abajo ¿Qué es lo primero que tengo que hacer?

En términos generales es importante hablar. Los adultos que crían adolescentes sienten que ellos no escuchan, que hablar no tiene efecto, abandonan por frustración. Pero ellos esperan que alguien los cuide, por más de que digan lo contrario. Por otro lado hay que consultar a un especialista. A partir de ahí la familia tiene que poner límites y reglas; estar unida como un bloque que funcione de la misma manera. No caer en la hipervigilancia pero sí hacer un seguimiento; por ejemplo si cambió de grupo de amigos, pedirle al grupo original si era el más sano, que lo ayuden, y generarle actividades más orientadas a la salud. Es importante intervenir, porque puede ser un abuso de drogas y luego transformarse en una adicción que es mucho más difícil.

Nacho O’Donnell: su trayectoria

Desde inicios del 2012 y hasta hace muy poco, Ignacio “Nacho” O ‘Donnell estuvo a cargo de la Subsecretaria de Planificación, Prevención y Asistencia en la Secretaria de la Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), dependiente de Presidencia de la Nación.

Es Sociólogo, Magister en Tratamiento y Prevención de las Drogodependencias y docente de la Universidad Abierta Interamericana, la Universidad Nacional de Tres de Febrero y la Universidad Nacional de Lanús.

Fue Coordinador General del Programa de Intervención Asistencial Comunitaria, entre 2009 y 2012, de dispositivos ambulatorios y desarrollo comunitario en barrios de alta vulnerabilidad y villas en la Dirección General de Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde 2006 está al frente de la Asociación Civil Íntegra, que se dedica a la prevención, formación e investigación en adicciones, sin descuidar su aspecto asistencial con un ambulatorio gratuito para personas con consumo problemático de sustancias en Mataderos (CABA).

Fui impulsor del primer Centro de Día del país para jóvenes afectados por el “Paco” en el Bajo Flores: Casa Flores, además de consejero en adicciones y coordinador de grupos familiares en distintas instituciones.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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