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Seguramente nadie alguna vez no ha soñado con volverse invisible. Y también las ventajas y desventajas que devendría de esa situación.

Pero más frecuente es una pretensión que suena parecida, por no decir igual que es la de desaparecer o hacerse humo, como también se dice de una manera que suena mejor. Una idea que nada tiene en realidad que ver con el sueño de la invisibilidad, ya que se trata de un deseo tramposo y hasta con intenciones de defraudación. Así, en la medida que con lo que en este hacerse humo o desaparecer, es casi como pretender dibujar en cuadrado circular. Ya que de lo que en realidad es de irse y a la vez quedarse, de no estar sin dejar de estar.

Existe un gran novela, respecto a la cual me cuento entre los que la han leído, que lleva por título "El hombre sin atributos". Ignoro si tiene que ver con lo que aprendí en el comercial cuando estudiaba para recibirme de perito mercantil, que los atributos de la persona eran el nombre, el domicilio y el patrimonio

Y la situación que ahora se está volviendo cada va más frecuente es ver a aquellos que cambian de nombre -cuando no de cara y hasta de huellas digitales-, que dan domicilios falsos mientras saltan de una a otra residencia, pero de lo único que ocupan es de su patrimonio, al que inclusive buscan la forma de preservarlo ocultándolo. De donde se está dispuesto a todo para poder salvar el patrimonio y seguir vivito y coleando, disfrutándolo.

Algo que me lleva a acordarme de Pérez Corradi (el de la efedrina) o de Amado Boudou. Y de los dueños de Oca. Y mejor no seguir hablando y que me calle.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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