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La bienvenida será sólo una buena intención, porque todo está preparado para que no veamos a nadie. Es probable que algunos puedan aplaudir al presidente boliviano, Evo Morales, el martes en el teatro 3 de Febrero, cuando la UNER le entregue el título de doctor honoris causa. No mucho más. El resto andará lejos del pueblo. Según ha trascendido, para los escasos traslados presidenciales se utilizarán helicópteros. Tampoco ellos verán mucho de nosotros. Casi nada.

Es probable que lo mismo ocurra en todos los lugares donde se realizan encuentros de este carácter a razón de dos por año. El de Paraná será el 47° en casi 24 años, desde la firma del Tratado de Asunción (1991) que puso en marcha el Mercosur. Pese a las lógicas razones de seguridad que motivan cercos, restricciones, vigilancias, huellas dactilares y la consiguiente parafernalia, las molestias recaen sobre el pueblo que al final de cuentas es el que paga los gastos de este formidable movimiento de presidentes, ministros, funcionarios, custodios y allegados.

De esos gastos, precisamente, será necesario informar una vez que pase todo. Según se sabe, los paga el Estado entrerriano. Nosotros, claro, los de la calle, se habrá dado cuenta, caro lector. Quizá haya algún aporte nacional -así correspondería- pero nada se ha informado. No obstante, también en ese caso terminamos pagando todos, aunque más repartido.

Acerca de los montos, siquiera aproximados, no hay información. Por ahí se habla de 40 millones de pesos. Un dirigente agrario mencionó 200 millones. Hay diferencias y las dudas son muchas. Lo aconsejable y saludable es dar a conocer un detalle de los gastos, sus motivos, la forma de pago, etc. Es decir, una limpia actitud republicana.

Hace menos de dos meses, la Legislatura autorizó por ley al Poder Ejecutivo a gastar para la Cumbre, sin licitaciones, concursos ni limitaciones. Manteca al techo. Cabe esperar entonces una prolija rendición de cuentas.

El cansancio de los pueblos

A todo esto, nadie conoce con exactitud la agenda de la reunión. Algunas versiones circulan, pero sin confirmación. Lo más importante -el temario- es hasta ahora un misterio.

Puede ocurrir que la agenda se relacione con ciertos temas considerados la semana pasada por la Unasur en su reunión de Ecuador. Este organismo -que a diferencia del Mercosur no es de carácter comercial o económico, sino político- está integrado por todas las naciones suramericanas.

En Ecuador se habló días pasados de “relanzar una política de integración, construir una identidad y ciudadanía suramericana, trabajar por la paz y la justicia, asegurar la inclusión social y desarrollar un espacio regional integrado”. Incuestionable. Pero ¿en qué se avanzó de manera concreta? Por lo que se sabe, sólo en “establecer una red de investigación, tratamiento y control de enfermedades transmitidas por vectores”. Está bien. Pero uno, ignorante de estos tejidos internacionales, se pregunta: ¿hace falta tanto movimiento para un asunto que quizá se pueda resolver por teléfono, sin molestar a la gente?

En esta reunión, precisamente, el presidente ecuatoriano Correa exhortó a sus pares a “ser más eficientes y eficaces en alcanzar la integración, porque nuestros pueblos van a mostrar cansancio”.

Esta es la cuestión. Son muchas vueltas, protocolos, homenajes, medalleos, brindis. ¿Y los pueblos?

Consorcios al timón

La Comunidad Económica Europea (CEE) data de 1957, creada por el Tratado de Roma. No es cuestión de ensayar comparaciones porque actores y situaciones son diferentes, pero a los 24 años de vigencia (hoy edad del Mercosur) el acuerdo europeo ya desarrollaba una interesante labor comercial y cultural, además de una política agrícola común y había creado en 1959 el Banco Europeo de Inversiones. La CEE se transformó en Unión Europea (UE) en 1999. Ese año adoptó el euro como moneda común y la puso en circulación en 2002.

No estamos en condiciones de evaluar si el trabajo de la UE ha sido satisfactorio para sus economías y sus pueblos. Otros lo harán con autoridad. Simplemente observamos aspectos básicos que se han conocido a través de la información común y pueden ser útiles para entender estos intentos de coincidencias regionales y sus efectos. .

Que en nuestra acuerdo regional el pueblo está ausente, no se duda. Lo ha estado siempre en el ámbito del Mercosur. El eje comercial Sao Paulo-Buenos Aires ha dominado el juego, ha impuesto condiciones y aparece cada vez más consolidado. Obsérvese que el Mercosur tambalea porque en este momento y desde hace más de un año, las empresas argentinas y brasileñas de automotores y repuestos, no se ponen de acuerdo y sus respectivos gobiernos tampoco.

Las dificultades se proyectan a través del arroz, el trigo, los lácteos y otros rubros de la producción. Los consorcios de uno y otro lado influyen sobre sus respectivos gobiernos y todo se atasca.

Por eso asistimos con expectativa a la Cumbre del Mercosur, pero sin mayores esperanzas.
Hasta ahora hay más ruido que nueces.

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