El afilador de cuchillos se anuncia, a duras penas. Censurado por el ir y venir de los autos y motos que no dan tregua.
Camina ligero, a la par de su potencial: una bicicleta y un bolsito negro de cuero cargado de herramientas.
Se trata de Juan Ramón, un paranaense de 44 años que se gana la vida afilando. Es padre de seis hijos, a quienes sustenta con su único y particular ingreso: lo recolectado.
Cruza Carbó y sube a la vereda. Pega un chiflido con su flauta y se asoma a los negocios y casas, anunciándose.
Hace 26 años que ando por todo el país. Soy un jornalero. Para donde me agarra el viento voy, sostuvo Ramón en diálogo con El Entre Ríos.
Comenzó en Rafaela, y de a poco fue ampliando su recorrido: Buenos Aires, Córdoba, Concordia, Federal, San Jaime, Rosario, son algunos de los lugares que ha gambeteado con sus herramientas a cuestas.
En Paraná se traslada con su bicicleta, y cuando viaja lo hace en colectivo.
Respecto a sus proyectos Ramón expresó: Yo presto un servicio a la sociedad. Hay caranchos y ranchos. Caranchos que son buitres, de esos que van a morfar. Yo voy a trabajar en la calle cuatro años más, y luego voy a instalar un taller donde afilar.
Juan Ramón es un típico pueblerino, de esos que toleran que uno los arrebate a preguntas en plena calle. Paciente, con seguridad y calma nos regaló un pedacito de sí.
Con dolor y naturalidad, Ramón contó que en 2011 perdió un hijo de 18 años, que cree en Dios, y que los jóvenes son parte de un rompecabezas que nunca terminan de armar.
Parece un tipo a prueba de fuego. Y en verdad sospecho que lo es, porque él mismo lo confirma: En esta vida nunca es tarde, hay que seguir adelante para ser feliz .Hay que conquistar. Soñar aunque no se nos de lo que tanto buscamos. Hay que buscar la pieza que le falta a nuestro rompecabezas.
