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La "marca Grondona". De eso se hablaba en los ambientes de la dirigencia del fútbol internacional, cuando se hacía referencia al método aplicado por Julio Grondona para quedarse "con vueltos" en negociaciones con empresas contratistas de programas de televisación de partidos de fútbol. Con la aclaración que eso no quita que Grondona supiera de "otros vueltos".

Algo que los dirigentes del fútbol-espectáculo de todo el mundo, la mayoría tan corruptos como Grondona, utilizan como un argumento defensivo a la hora de ser sorprendidos no con las manos en la masa, sino con la plata en el bolso. "Es lo que nos (mal) enseñó el maestro", ensayan a modo de disculpa, ante el "chorreo" o "choreo" descubierto (de paso ¿cómo se dice correctamente: ¿chorreo o choreo?).

En tanto, la utilización del método sigue provocando estallidos, que incrementa el número de falsos arrepentidos. Porque en realidad de arrepentidos les falta todo lo que tienen de niños cantores. Ya que no se arrepienten de nada, porque el arrepentimiento significa no solo conciencia del delito, sino la determinación de no volver a caer en el mismo desaguisado. O sea, una conversión del corazón como alguna vez se dijo en la vieja Grecia.

Y ellos en realidad están haciendo un negocio, consistente en cantar, mientras que pasan el platillo en el que se depositan años de prisión de cuyo cumplimiento se los exime.

Pero si no hay arrepentidos, sino tan solo delincuentes a los que la ley con el poco decoro que les queda a muchos legisladores llama de ese modo, se debe hablar de la dolorosa presencia de un suicida.

Porque si toda muerte es dolorosa, la de quien se quita la vida voluntariamente (¿?) lo es más aún. Sobre todo en un caso como éste. En el que si bien no ha existido ningún arrepentido, ha habido una persona con vergüenza. Y estoy tentado de agregar con un resto de honor. Ante lo que me inclino, por vivir en un mundo en que se "da un lugar" expectable a tanto sinvergüenza.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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